miércoles, 1 de diciembre de 2010

El Ataque del Canino Infernal

Esta es una historia verdadera. Sucedió hace dos días. Yo estaba con mi querido amigo Lisandro, con quien me disponía a partir hacia la parada de colectivo a cumplir nuestras obligaciones diarias.

Comenzamos a caminar el trayecto de cinco cuadras desde mi departamento hacia el boulevard. Entre risas y comentarios, nuestras mentes se disipaban, distrayéndonos del inminente peligro que nos aguardaba en nuestra travesía. Los cielos comenzaron a nublarse. El sol poco a poco se apagaba, mientras nosotros caminábamos incesantemente envueltos en nuestro propio mundo. Fue entonces cuando, al pasar frente a un portón que se encontraba a nuestra izquierda, la puerta se abre violentamente, como si las almas de los condenados huyeran de la presencia del demonio. Una reacción de sorpresa se manifiesta en nuestros cuerpos, obligándonos a apartarnos de las cercanías del portón, intuyendo la salida de algún ser dispuesto a envestirnos con una incontrolable furia. Lisandro prácticamente se cubre con sus brazos, preparándose para lo peor, mientras que mi falta de actitud frente a la batalla me dejaba indefenso a cualquier ataque.

Entonces lo vimos. Allí estaba; el canino enviado por Lucifer. Un pequeño perro que levitaba en las alturas, emitiendo un fuerte ladrido y mostrándonos sus furiosos dientes. Una imagen tan bizarra y horrenda que provoco que Lisandro exclamara su grito de guerra. “¡Ay! ¡La puta que lo pario!”, dijo. Y el pichicho descendió de los aires, se poso en el suelo, y huyó.

Nuestras vidas estaban a salvo. Nunca sabré si fue el grito de Lisandro, o la carcajada que solté lo que hizo que el perrito salga corriendo. Pero de lo que puedo estar seguro, es que nunca debo caminar frente a un portón que se abre hacia fuera.

 
Luego del ataque, llega la reflexión: “Ahora se porque la gente muere en el Resident Evil”, dijo Lisandro. Menos mal que no fue un zombie, sino no la contábamos.

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